Juan Manuel GONZÁLEZ CEMBELLÍN
El pasado 3 de enero se inauguró el Museo Margarita María. De Berriz al Mundo, dedicado a la vida y obra de la beata Margarita María López de Maturana, fundadora de las Mercedarias Misioneras de Berriz.
María Pilar López de Maturana nació en Bilbao el 25 de julio de 1884.
La niña se crió en aquel Bilbao finisecular, pero con 16 años fue enviada al internado del convento mercedario de la Vera Cruz en Berriz. Esperaba su madre que la joven olvidara allí a un estudiante que le rondaba.
Y así sucedió: la vida en el colegio despertó en ella una vocación religiosa que le llevó a ingresar en el convento en 1903. Cambió entonces su nombre de bautismo por el de Margarita María.
Su labor se centró en el colegio, pero progresivamente su vocación se fue ampliando y profundizando: surgió en ella el deseo de ser misionera.
De acuerdo con el lenguaje de la época, su pretensión era dar a conocer a Jesucristo y anunciar el Evangelio, tarea que se realizaría básicamente a través de la educación de la mujer —lo habitual entonces entre las instituciones misioneras femeninas—. Pero para ella este objetivo iba mucho más allá de la mera evangelización y educación: implicaba la defensa de la dignidad del ser humano, fuera cual fuera su origen, raza, sexo o religión.
De hecho, su concepto de misión fue siempre amplio y generoso. En 1926 fundaba un colegio en Wuhu (China), y mientras el obispo “tiene muy claro que el colegio debe ser para jóvenes de clase alta” ella prefería “que el colegio se abra a todas las clases sociales y que sea gratuito” —y así se haría—. Y cuando en 1934 le proponían “encargarnos en Vitoria de una escuela para hijos de obreros solidarios... miro el proyecto con mucha simpatía por tratarse precisamente de trabajar en el campo obrero”. La búsqueda de la igualdad y de la libertad de las personas, en su más amplio sentido, marcaron siempre su labor.
Pero para desarrollar este proyecto Margarita María tuvo que recorrer un largo trayecto.
El Museo Margarita María. De Berriz al Mundo, dedicado a la vida y obra de la beata Margarita María López de Maturana, fundadora de las Mercedarias Misioneras de Berriz.
Fue en 1912 cuando se empezó a definir su vocación misionera. Su entusiasmo pronto se transmitió a sus compañeras religiosas y a las alumnas, y el colegio puso en marcha diferentes “actividades misionales”: correspondencia con misiones, cuestaciones, conferencias de misioneros, etc.
Pero su deseo de participar directamente en las misiones se haría esperar. Sólo en 1926 conseguirían las monjas permiso para abandonar temporalmente la clausura. Partió entonces de Berriz una primera expedición misionera hacia Wuhu (China), otra en 1927 a las Marianas y una más en 1928 a las Carolinas y Japón. Con esta última viajó la propia Margarita María, que quería conocer de primera mano la realidad de las misiones que estaba promoviendo.
La autorización de las monjas para exclaustrarse era provisional, por lo que en 1930 el convento solicitó su transformación en un instituto misionero. Es decir, pasar de la vida contemplativa a una vida plenamente activa como misioneras. Las autoridades eclesiásticas pusieron como condición para ello que todas las monjas del convento lo aceptaran, y así sucedió: las 94 religiosas votaron unánimemente a favor de la transformación. Nacían las Mercedarias Misioneras de Berriz.
Margarita María escribió entonces las constituciones del nuevo Instituto, y un año después era elegida Superiora General del Instituto. Pero apenas iniciada su labor cayó enferma de cáncer. A pesar de ello, en 1933 viajó a Roma, donde el papa Pío XI le animó a proseguir con su obra. No pudo hacerlo por mucho tiempo: el 23 de julio de 1934, dos días antes de cumplir los 50 años, fallecía en Donostia-San Sebastián.
En 1943 se inició el proceso para su beatificación. Proceso que culminó el 22 de octubre de 2006 cuando Margarita María López de Maturana fue solemnemente beatificada en la catedral de Santiago de Bilbao.
Tras leer este abreviado historial podríamos pensar que Margarita María fue una más de aquellas monjas que en torno a 1900 se sintieron arrebatadas por el fervor misionero. Pero lo cierto es que fue un personaje singular, destacado por diferentes razones.
En primer lugar por la claridad y rotundidad de su proyecto. Como hemos dicho, pretendía mucho más que la mera evangelización. Su objetivo era redimir a las personas, entendiéndolo casi en un sentido etimológico, como “poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia”.
Hay que destacar también su capacidad propagandística. Trabajadora infatigable, organizaba “veladas misionales”, pronunciaba conferencias, escribía artículos... De hecho llegó a tener un importante peso dentro del movimiento misional español —un mundo casi exclusivamente de hombres—.
Su entusiasmo contagioso consiguió simpatías y apoyos. Apoyos económicos, pero también de otro tipo. Las autoridades religiosas tenían que aprobar sus a veces atrevidas propuestas (dejar la clausura, ser un Instituto Misionero pero seguir siendo mercedarias...). Y lo consiguió. Margarita María no sólo supo convencer sino que, a juzgar por los testimonios de la época, supo apasionar.
Su proyecto encontró campo abonado en el propio convento-colegio. Por un lado sus compañeras religiosas fueron “convertidas” a su causa (recordemos las 93 monjas apoyando unánimemente la transformación en instituto misionero). Por otro, las alumnas secundaron sus iniciativas misioneras, llegando en 1920 a fundar en el colegio la asociación Juventud Mercedaria Misionera de Berriz, primera de este tipo en España. Su objetivo era tanto apoyar a las misiones como extender el interés por el movimiento misionero fuera del ámbito escolar. De ella saldrían muchas futuras misioneras mercedarias.
Este trabajo de difusión tendría uno de sus puntales en la revista Ángeles de las misiones. Se empezó a publicar en Berriz en 1927, pocos meses después de la expedición a China, y se convertiría en órgano de promoción y divulgación de las actividades del Instituto. En ella se combinaban artículos sobre su trabajo con otros de carácter etnográfico (sobre las costumbres de los lugares en que se iban asentando), tratando así de ganarse nuevos públicos.
La revista estaba profusamente ilustrada: cada expedición misionera viajaba con una cámara fotográfica y con la consigna de remitir a Berriz abundantes fotografías. Esas imágenes eran empleadas en la revista, pero también proyectadas en las frecuentes conferencias que Margarita María pronunciaba. Era consciente de que una imagen vale más que mil palabras, y que la visión directa de la realidad de su trabajo podía ser más eficaz que todo su discurso.
De hecho, cuando en 1928 la propia Margarita María participó en una de las expediciones misioneras llevó consigo una cámara de cine con la que filmó unas películas (“algunos paseos, danzas...”) que, lamentablemente, no han llegado hasta nosotros. Si pensamos que Nanuk el esquimal, considerado como el primer documental, es de 1922, hemos de admitir que nuestra monja de Berriz era sorprendentemente vanguardista.
La obra de Margarita María López de Maturana han quedado recogidas en un Museo abierto al público precisamente en el lugar desde el que se desarrolló toda su actividad: el convento de la Vera Cruz de Berriz.
Por cierto que recogió su viaje en un libro, Viaje misionero alrededor del mundo, en el que combinaba sus andanzas misioneras con descripciones de los lugares por los que pasó: ciudades, paisajes, costumbres... Un libro de lectura amena que, de nuevo, buscaba acercar su proyecto a nuevos lectores.
Otro de los sellos de identidad de Margarita María era su capacidad de organización y gestión. Releyendo sus escritos vemos como cada iniciativa era minuciosamente desmenuzada en todos sus pormenores: objetivos, personal, apoyos en el destino, financiación inicial, mantenimiento... Nada quedaba en el aire. Esto explica que, a pesar de las dificultades que sufrieron las misiones puestas en marcha desde Berriz, todas ellas lograron salir adelante con éxito.
Pero, por encima de todo esto, la verdadera importancia de Margarita María López de Maturana deriva de su obra.
Con una ferviente fe en sus ideales y una tenacidad a toda prueba, propuso un proyecto renovador por su amplitud de miras en cuanto a los posibles beneficiarios de su labor, por su autonomía con respecto a otras entidades religiosas y por su reivindicación del papel de la mujer en aquellos lugares en los que trabajaron. Creó un instituto misionero con unos objetivos y unos procedimientos de trabajo perfectamente definidos. Un espíritu que sus sucesoras siguen manteniendo hoy en día.
Ahora la vida y la obra de Margarita María López de Maturana han quedado recogidas en un Museo abierto al público precisamente en el lugar desde el que se desarrolló toda su actividad: el convento de la Vera Cruz de Berriz.
El Museo arranca con unos breves espacios dedicados a la historia del propio convento. En ellos vemos documentos relativos a su fundación, los primeros votos, las primeras visitas... Algunos objetos ilustran la vida diaria de la comunidad, y podemos contemplar también una selección de las obras de arte reunidas allí a lo largo de los siglos.
Pero tras esta introducción la exposición se centra en la figura de Margarita María. Objetos personales, documentos, material periodístico, fotografías, películas, grabaciones radiofónicas, entrevistas... nos ayudan a recorrer su biografía: el nacimiento y posterior desarrollo de su ideal misionero, sus “recursos promocionales” (colegio, Juventud, revista, conferencias y artículos...), las primeras expediciones misioneras, su muerte y beatificación... Todo el proceso que hemos relatado.
El Museo dedica su tercera parte a mostrar la actividad que las Mercedarias Misioneras de Berriz han desarrollado en sus lugares de destino. Desde sus primeras actividades en China y el Pacífico hasta su posterior expansión, en los años sesenta del siglo XX, por África, Hispanoamérica y Filipinas, sin olvidar su actual tarea en diversos puntos de España. Un trabajo realizado siempre desde su perspectiva cristiana y siguiendo los pasos y directrices de Margarita María López de Maturana.
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